EL BICARBONATO SODICO
La Madrastra, lo mismo que mi
abuela que lo recomendaba para todo, tenía una fijación con el
bicarbonato sódico.
La Madrastra comía sin mesura
y sufría acidez de estómago. El bicarbonato era el remedio
infalible, lo tenía sacralizado.
Dada su complexión no solía sufrir
de otras dolencias, y la dureza de su carácter la hacía insensible
a las ajenas.
Cuando el Muchacho se quejaba
de dolores en el estómago, le administraba bicarbonato. Como no
cedían mandó aumentar la dosis. El dolor era terco y se resistía a
las maravillosas propiedades del remedio. El muchacho siguió
aumentando la dosis conforme a las indicaciones de la Madrastra.
Se lamentaba de las dosis caballunas que ingería, pero lo aceptaba
con la ilusión de que era para curarse.
Pero no sanaba.
“No me engañes, Muchacho, tienes
que tomarte todo y cada viernes incrementas la dosis en dos
cucharadas ¿o quieres que te operen?.”
El Muchacho tenía una úlcera y tanto bicarbonato acabó
produciéndole una peritonitis.
Cuando te duela el estómago, ten en cuenta que lo que es bueno para
la acidez es malo para la úlcera.
Mentiras y recortes
La gran mentira es hacernos creer que
la enfermedad es la que no es, siendo al mismo tiempo la que es.
España arrastra una deuda pública
relativa de las más bajas de la zona euro. Inferior a la alemana, a
la francesa y a la italiana, por citar las más importantes. El
problema más grave de nuestra situación económica actual es el
desempleo, muy superior al de estos países.
Aquí, en el desempleo, reside
el problema:
Las medidas económicas para reducir el
déficit púbico son contraproducentes para el crecimiento del
empleo. Es decir, lo que puede ser bueno para otros países es
inevitablemente malo para España.
Para la reducción de la deuda la
receta es sencilla: subir los impuestos y bajar el gasto público.
Para crear empleo la receta es más
compleja, pero básicamente hay que bajar los impuestos e incrementar
el gasto público. Hay otros factores que ayudan a la creación de
empleo, entre los que podemos mencionar: fomentar el consumo interno,
bajar los intereses, ayudas a la exportación (directas o con
políticas monetarias), la estabilidad y otros de menor incidencia.
Dejando claro que lo que es bueno para
reducir la deuda es malo para el empleo nos queda por aclarar como
llevar una política expansiva teniendo una deuda relativamente
elevada.
El gobierno acude al símil familiar de
la economía casera. Estamos muy endeudados, van a ejecutar la
hipoteca, nos vamos a quedar sin techo, hay que hacer economías
(consumir menos, ahorrar más). Esta es la letanía cotidiana y una
gran parte de la feligresía responde con el consabido “ora pro
nobis”. La situación es tremenda, el miedo nos paraliza, no
nos deja pensar. Una especie de “síndrome de Estocolmo”
se extiende por la población. Los secuestrados y torturados dan por
buenas las razones de los secuestradores.
Y he aquí la clave de la gran mentira:
Esta hipótesis no es representativa de
una gran familia llamada España.
La realidad es otra.
En el haber:
Se trataría de una familia numerosa de
clase media, influyente, con preparación académica, con bienes
inmuebles.
En el debe:
Una hipoteca y más de la mitad de los
miembros (jubilados, enfermos, parados, niños y discapacitados), que
no aportan nada positivo a la economía doméstica.
Los pocos miembros que trabajan no
pueden soportar tantas cargas: hipoteca, ropa, comida, y demás
gastos.
De seguir así van a tener que tomar
drásticas medidas para atender la hipoteca: No comprar las medicinas
de los viejos, ni los libros de los niños, ir reduciendo las comidas
en cantidad y calidad...así hasta llegar al extremo de no encender
la luz por la noche.
Ningún cabeza de familia responsable
dejaría degradar la situación hasta ese extremo.
Lo normal sería que estudiase la
situación. (Debemos tanto, hay tantos parados en edad de trabajar,
tienen preparación para esto o aquello, tenemos un patrimonio
inmueble, etc.).
Probablemente con todos los datos en la
mano se dirigiría al Banco de la hipoteca y le diría:
La situación es esta, no puedo
seguir pagando la hipoteca, necesito que me alarguen el plazo y
además quiero que me la amplíen, pues para salir de esta necesito
que todos trabajen y para ello voy a montar una empresa familiar.
Tengo gente preparada, con capacidad y ganas.
No sé si en la
situación presente a cualquier familia de clase media alta le
concederían el aplazamiento y el préstamo. Pero sería suicida no
intentarlo con todos los recursos disponibles.
El gobierno tiene
en sus manos muchas cartas para jugar, y conseguir créditos y
aplazamientos, pero las oculta, porque no se trata únicamente de
reducir la deuda pública, se trata de sanear la banca, reducir
drásticamente el estado del bienestar y tercermundializar el
mercado de trabajo.
Hay muchos y
poderosos interesados en mantener y divulgar la gran mentira.