sábado, 27 de diciembre de 2008

DE LA AUTONOMÍA FEDERAL A LA CONFEDERACION IBERICA


Grabados ridiculizando el federalismo de la Primera República
  Vivimos en un país donde, desde hace tiempo, a las palabras conflictivas las bautizamos con eufemismos: parece que la mierda huela menos si la llamamos "caca".  La creación del Estado de las Autonomías ha sido en su momento un juego de equilibrios políticos que llevó a los llamados Padres de la Constitución al feliz encuentro de este eufemismo para dar una salida asumible por todos al dificil encaje de las diferencias culturales, históricas y económicas que evidenciaba el territorio. 

  Unos vendían el vocablo como mera descentralización burocrática y otros como un federalismo encubierto.

   Todos sabían, hasta los más conservadores, que esto acabaría en una Monarquía Federal. 

   Las experiencias habidas hasta esa fecha, habían surgido en situaciones de grandes convulsiones políticas (siglo XIX: periodos liberales y primera República) que llevaron a algunos convencidos federalistas a peregrinos viajes al absurdo, tras la imposibilidad de Pi i Margall de construir la Primera República Federal Española y la posterior resistencia del Cantón de Cartagena.

  Después de  la caída del último vestigio federalista, tras la Restauración, el grito ¡Viva Cartagena! se convirtió en sinónimo de anarquía y federalismo de confrontación fratricida.

  La Segunda República apenas tuvo tiempo de aprobar los Estatutos de las tres naciones  históricas que con Castilla y los territorios reconquistados a los moros (así los llamaban) conformaron el estado moderno llamado España. 

  La Guerra Civil no permitió que la palabra recuperase su dignidad, su verdadero significado, 
perservando la diversidad dentro de la unidad (que no es uniformidad) del estado democrático
liberal. 

  Desde hace más de doscientos años muchos estados con territorios y sociedades diferenciados se  organizaron en estados federales (EE.UU., Alemania, Bélgica, Suíza...) logrando, en general, una gran identificación de sus ciudadanos con su estado y con su territorio.

 Una gran parte de los ciudadanos del Reino de España no se sienten identificados con la totalidad del territorio: unos no se sienten identificados con los vascos, con los catalanes o con los gallegos, otros no se sienten identificados con los castellanos. Esto no acontece en EE.UU o en Alemania, en donde ninguno de sus estados o land se ha atribuído las esencias de la patria. Su mayor orgullo reside en ser un país poderoso por su diversidad, que deja de ser un problema para convertirse en una riqueza cultural. 
Presidente de la Generalitat y miembros de su gobierno celebrando la aprobación del Estatut
La insoportable levedad de la figura del Presidente del Gobierno ha engañado a muchos , entre los que me encuentro, dudaba de la retirada inmediata de las tropas de Irak y de las posteriores leyes que nos han puesto a la vanguardia del mundo en derechos humanos enfrentándose a uno de los poderes fácticos intocables, como lo había sido hasta ahora la Iglesia.
No obstante, en todas estas medidas, sabía que contaba con el apoyo de la mayoría social.

Ahora me corroe una duda:
¿Cuando Rodríguez Zapatero le garantiza a Pasqual Maragall su apoyo al proyecto de estatuto para Catalunya, que saliese del Parlamento Catalán, se trataba de una sencilla concesión de inexperto o por el contrario, de un plan estratégico para la implantación de un avanzado federelismo?   

A la vista de lo que está ocurriendo estos días me inclino a pensar que el presidente tenía diseñada esa estratégia desde un principio.

Ahora sólo falta que el Senado se convierta en una verdadera cámara de representación territorial.

El día que los españoles nos sintamos cómodos y orgullosos de nuestras diferenciass culturales, la patria (va por aquellos que se les llena la boca de baba, cuando pronuncian la palabra), será más fuerte y respetada por propios y ajenos.

Saramago abogaba por una Confederación Ibérica. Saramago no es un político, pero es un intelectual de reconocida autoridad. Es un portugués que ama a España como hay tantos españoles que amamos a Portugal. 

Llegar a un escenario político en el cual se pueda vializar esa situación requiere renunciar a infinidad de  prejuicios en ambos lados de la raya. Muchos se van desvaneciendo, como fantasmas que son.

Creo que en España caminamos en el buen sentido, no estoy tan seguro de Portugal donde hay muchas resistencias al "imperialismo castellano"

Cuando hablo de confederación no estoy hablando de federación ni de estado descentralizado, me estoy refiriendo a territorios que libremente se unen cediendo competencias en bien de todos.