Estos últimos días volví a disfrutar de Catalunya y lo que pude observar me llevó a escribir lo siguiente:
Déixame subir
ó cuarto da críada,
déixame subir,
que non lle fago nada.
El Presidente Aznar se subía con las mejores intenciones a los aposentos del President Pujol y en la intimidad de la alcoba le recitaba en catalán “senzilles i tendres paraules d'amor”.
Era un joven Aznar que precisaba los servicios bastardos del President para concebir su sueño de dar a luz un nuevo imperio, el imperio aznariano.
Las gestaciones imperiales son lentas y delicadas. Cuatro años más tarde muchos imperialistas españoles le dieron la oportunidad con su voto de prescindir de los servicios bastardos y satisfacer su libido en un onanismo autocomplaciente.
Se olvidó de las paraules d´amor, se olvidó del catalán y en lugar de agradecer los servicios prestados con un “Gracias, súbete las calzas”, optó por hacernos creer que había sido seducido (secuestrado) contra su voluntad por una avariciosa “meretriz” y que sus “pelas” le había costado.
Los catalanes no entendían.
Cataluña, pueblo sabio, por viejo y experimentado anotaba en su libro de cuentas.
El Presidente Aznar levantó su dedo índice para señalar a su sucesor, un año más tarde en Cataluña se aprueba el nuevo Estatut.
El nuevo Estatut de Catalunya fue aprobado por el Parlament, refrendado por el pueblo catalán y visado por el Parlamento Español.
Se aprueba democráticamente. No caben más garantías.
El designado, el señor “Fumando-Espero al-hombre que-yo-quiero” cogió el texto del Estatut con su derecha y lo extendió displicente hacia el Tribunal Constitucional. Su servicio, captó sus intenciones y se apresuraron a llevar el Estatut al Tribunal en medio de una salva de cohetes que resonó en todo el reino sofocando el sonido de la banda de música que empezara a tocar la Santa Espina. El designado se arrellanó en su sofá, dio unas profundas caladas al habano (que no tiraba bien) y soltó unas voluminosas volutas de humo que como una niebla se fue extendiendo por todo el país, desde el centro a la periferia. Esas nieblas y el humo de los cohetes originarían la tormenta del Estatut.
Los catalanes no entendían.
Cataluña, pueblo sabio, por viejo y experimentado anotaba en su libro de cuentas.
En la sordidez de la niebla se oían los quejidos lúgubres con acompañamientos de cadenas que se arrastran: “España-se-rompe”. Los catalanes quieren romper España a estatutazos.
Y llegó la Navidad. Y los salvadores de la patria aprovecharon las fraternales fechas para estrechar lazos con Cataluña:
-¡Boicot a los productos catalanes!. ¡Que se beban sus cavas hasta que revienten! -Gritaban desde la caverna.
Los catalanes no entendían.
Cataluña, pueblo sabio, por viejo y experimentado anotaba en su libro de cuentas.
Los catalanes, para bien y para mal llevan en sus genes la herencia de los fenicios (primer pueblo comerciante de la Historia). Y como dice el refrán castellano que no hay mal que por bien no venga, los bodegueros y otros comerciantes, productores e industriales boicoteados aprovecharon la negra coyuntura para abrirse a nuevos mercados, con tanto éxito que el reino de España, que era el mayor consumidor de sus productos pasó a ser un consumidor secundario.
La burguesía catalana reflexionó.
“Si en España no nos quieren, no compran nuestros productos, que ahora vendemos a otros países. ¿En que nos beneficia seguir siendo españoles?”.
La burguesía catalana domina los medios de comunicación de su país, y además saben vender con oficio y sutileza.
Cataluña, pueblo sabio, por viejo y experimentado anotaba en su libro de cuentas:
En el año 2.000 ocho de cada diez catalanes querían ser también españoles.
Actualmente ( encuesta celebrada en 2.010 ), cinco de cada diez catalanes quieren ser solo catalanes.
Los que no somos salvadores de la patria, únicamente, meros espectadores periféricos, que nos sentimos identificados con la idea de una nación de naciones hermanas, debemos felicitar a esos eternos salvadores de patrias. Sembrando el odio a la diferencia, se recogen tan excelentes cosechas.
El señor “Fumando-Espero al-hombre que-yo-quiero” se arrellana en su sofá, da unas profundas caladas al habano (que ahora gracias a sus medidas anticrisis tira bien) y suelta voluminosas volutas de humo como caladas de marihuana que narcotizan al país y ocultan su incompetencia.
Solo un milagro puede salvarnos.
Y esto lo dice un agnóstico
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