Penúltimo párrafo de la novela "Ensayo sobre la ceguera. |
Desde
entonces repetidamente me vino a la cabeza aquella parábola de los
ciegos que viendo no ven.
Ahora
se ha convertido en una obsesión:
Despierto
desasosegado por las noches, abro los ojos y me veo sumergido en ese
mar de leche, que como un alud inundaba el mundo de los
ciegos de Saramago.
Me veo
en un mundo de ciegos, ciegos dominados por los más ruines
sentimientos, por las más bajas pasiones.
Todos
refocilándose en el más cruel egoísmo dentro de ese mar de leche,
de esa ceguera blanca, de ese mundo de luz cegadora.
Todo
vale, yo no te veo, tu no me ves.
Los
ciegos ignoraban que había una mujer que veía, que no había sido
afectada por la epidemia y que les guiaba.
Quiero
soñar que esta mujer se halla en alguna parte, observando a tantos
ciegos que andamos por el mundo y me despierto con la esperanza de
estar agarrando su mano.
En mi
mano... en mi puño apretado solo hay una esquina del cobertor.
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